Aprender a ser agradecido
Años de agotamiento causados por dolores crónicos y frustración por mi movilidad limitada finalmente me superaron. El descontento me llevó a ser exigente y desagradecida. Empecé a quejarme de cómo me atendía mi esposo y de la forma en que limpiaba la casa. Aunque era el mejor de los cocineros, renegaba de la falta de variedad en sus comidas. Cuando, al tiempo, él me dijo que mis quejas lo lastimaban, me ofendí. Claro, él no tenía idea de lo que yo estaba viviendo… Con el tiempo, Dios me ayudó a ver mis errores, y les pedí perdón a Él y a mi esposo.
Mi verdadero rostro
Por años, sentimientos de indignidad y vergüenza por mi pasado afectaron negativamente mi vida. ¿Y si alguien se enteraba de mi mala reputación? Aunque Dios me ayudó a armarme de valor para invitar a almorzar a una líder de la iglesia, luché para parecer perfecta. Limpié la casa, preparé una comida abundante y me puse mi mejor pantalón y blusa.
Orar correctamente
Admiro a las personas que anotan pedidos de oración en diarios gastados de usarlos todos los días, que mantienen un registro de peticiones y alabanzas, y que los actualizan fielmente. Me motivan los que se reúnen para orar con otros y los que tienen las rodillas gastadas de hablar con Dios junto a sus camas. Durante años, traté de copiar sus estilos, de imitar su vida de oración perfecta, de emular su elocuencia. Luché para develar cuál era el misterio de sus vidas, anhelando aprender cómo orar correctamente.
Más allá de las estrellas
En 2011, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio celebró 30 años de investigaciones espaciales. Durante ese tiempo, se llevaron más de 355 personas al espacio, que ayudaron a construir la Estación Espacial Internacional. Pero, ahora, la NASA dirige su atención a la exploración del espacio profundo.
Dadores generosos
Después de repasar todo lo que Dios había hecho a lo largo de la historia de nuestra iglesia, los líderes propusieron construir un nuevo gimnasio para servir mejor a la comunidad. Anunciaron que ellos serían los primeros en firmar un compromiso de donar dinero para el edificio. Al principio, con actitud egoísta, no quise ofrendar más dinero del que ya dábamos, pero, con mi esposo, accedimos a orar por el proyecto. Tras considerar todo lo que Dios nos proveía permanentemente, decidimos ofrendar todos los meses. Y la congregación financió toda la construcción.
Hacedor maravilloso
Como fotógrafa amateur, me encanta capturar destellos de la creatividad de Dios. Veo sus huellas en cada pétalo de flor, cada amanecer y atardecer vibrantes, cada nube y cada estrella pintadas y esparcidas en el lienzo celeste.
Un papá bueno
Cuando nuestro hijo Xavier era más pequeño, los viajes de trabajo solían llevar a mi esposo lejos de casa. Aunque su padre lo llamaba con frecuencia, había algunas noches difíciles en que esas llamadas no lo consolaban. Para ayudarlo a aliviar la necesidad de estar con su papá, yo tomaba álbumes de fotos y le mostraba imágenes en las que ambos estaban juntos, y le preguntaba: «¿Te acuerdas de esto?». La cadena de recuerdos alentaba a mi hijo, quien decía a menudo: «Tengo un papá bueno».
Expresiones generosas de amor
En cada aniversario de boda, mi esposo me regala un enorme ramo de flores recién cortadas. Cuando perdió su trabajo durante una restructuración en la empresa, yo no esperaba que siguiera esta pródiga muestra de cariño. Pero, cuando cumplimos 19 años de casados, las coloridas flores me recibieron desde su lugar en la mesa de nuestro comedor. Como él valoraba esta tradición anual, ahorraba dinero todos los meses para asegurarse de tener suficiente para su demostración personal de afecto.
Te veo
Cuando Xavier tenía dos años, iba de un pasillo a otro por una pequeña zapatería. Escondido detrás de las cajas de zapatos, se reía cuando Alan, mi esposo, decía: «Te veooo».
Tal como lo anunciado
Durante unas vacaciones, mi esposo y yo nos anotamos para un paseo en balsa por el río. Vestida con sandalias, un vestido de verano y un amplio sombrero, me quejé al descubrir que, contrario a lo anunciado, el paseo incluía rápidos suaves. Gracias a Dios, íbamos con una pareja experimentada en aguas rápidas. Nos enseñaron lo esencial para remar, y prometieron llevarnos a salvo a nuestro destino. Agradecida por mi chaleco salvavidas, gritaba y me mantenía aferrada a la balsa hasta que llegamos a la ribera río abajo. Terminamos riéndonos, empapados, aunque el paseo no había correspondido con el anuncio.